Dr. Manuel Pérez Martinot: entre la cirugía y la conciencia crítica

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Médico, investigador y docente, el Dr. Manuel Pérez Martinot ha trazado una trayectoria que conecta ciencia, ética y educación. Su trabajo recorre desde la oftalmología hasta la bioética aplicada. Hoy lidera una maestría que forma profesionales capaces de pensar antes de actuar.

De niño soñaba con ayudar a las personas a ver mejor. Hoy, además de haberlo hecho con bisturí y compasión, el Dr. Manuel Pérez Martinot disecciona con la misma precisión los dilemas que aún no se ven: los éticos, los sociales, los que se filtran por las rendijas del progreso científico. Ha operado cuerpos, pero también ha escudriñado en los sistemas. Ha afinado su ojo clínico para diagnosticar no solo enfermedades, sino también injusticias.

El origen de su vocación no es un enigma, una mezcla de curiosidad y empatía que surgieron en su infancia. Desde pequeño, explica, supo que lo suyo sería la medicina. Y, dentro de ella, la oftalmología, el arte de devolverle la luz a quienes la estaban perdiendo. “Siempre me imaginé escuchando a las personas, ayudándolas a recuperar la visión”, cuenta.

Pero la convicción llegó de la mano de mentores, como el doctor Barraquer, oftalmólogo español, que no solo le enseñó técnicas, sino también humanidad. De él aprendió que la ciencia no basta, que hace falta ética, compromiso, dignidad. Que un médico puede saber mucho y aun así no saber cómo tratar a un ser humano. Por eso, el Dr. Pérez Martinot no ha dejado de formarse, ni de formar.

El investigador clínico

Su ruta académica es prolija. Se graduó como médico cirujano. Se especializó en oftalmología. Luego vinieron tres maestrías más, todas en la Universidad Peruana Cayetano Heredia: una en Medicina, otra en Salud Pública con mención en gerencia y gobierno en salud, y una tercera en Epidemiología Clínica. Después, un doctorado en Medicina. Y, más tarde, porque la ética había estado siempre rondando sus decisiones, una última maestría, en Bioética, desde Valencia-España.

Nada de eso es adorno. Todo responde a una pregunta de fondo: ¿cómo asegurarse de que lo que sabemos sirva para hacer el bien? Como investigador, el Dr. Pérez Martinot ha explorado dos grandes áreas. La primera: la salud ocular en contextos vulnerables. Ha trabajado en modelos de atención primaria en salud visual, ha innovado en técnicas quirúrgicas para tratar cataratas en pacientes con escasos recursos, ha investigado tratamientos intravítreos para enfermedades como la degeneración macular. La segunda área: la educación médica. Allí desarrolló un software educativo para que los futuros médicos aprendan oftalmología de forma más eficiente y didáctica.

La ética como herramienta

Su último proyecto no es quirúrgico ni técnico. Es político y filosófico. Es profundamente humano. Hoy coordina la nueva Maestría en Bioética de la Universidad Peruana Cayetano Heredia. Y habla de ella con una mezcla de orgullo y urgencia.

“La bioética —dice— es clave en un mundo donde el progreso avanza más rápido que nuestra capacidad para preguntarnos si está bien”. El programa que lidera no se limita a la medicina: aborda el derecho, la política, la tecnología, el medio ambiente. Forma profesionales capaces de tomar decisiones complejas, con herramientas filosóficas, científicas y legales. Y lo hace con un formato virtual, flexible, riguroso.

Lo que enseña el investigador

Lo que busca formar no son técnicos, sino pensadores éticos. La maestría, explica, dota a los estudiantes de habilidades para analizar dilemas complejos, integrar marcos legales y científicos, y liderar debates sobre temas como el aborto, la eutanasia, la equidad en salud, el impacto de la biotecnología. “El profesional que termina esta maestría será capaz de reconocer los factores sociales y culturales detrás de cada decisión médica”, asegura. Y eso, en estos tiempos, es casi revolucionario.

Habla de “visión interdisciplinaria”, pero podría estar hablando de sí mismo. Porque si algo define al Dr. Pérez Martinot es esa rara capacidad de mirar desde muchos ángulos. Desde el microscopio, desde el aula, desde la reflexión filosófica.

Hoy, ya no es solo el niño que soñaba con tratar la vista. Es el médico que ha aprendido a mirar donde no todos miran. A identificar no solo la opacidad del cristalino, sino aquellas sombras de ciertas decisiones. A curar, sí, pero también a cuestionar, enseñar y a formar conciencia. Y tal vez esa sea la tarea más difícil —y más urgente— de un investigador: no conformarse con ver. Sino aprender a ver mejor.


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