Mag. Martha Soto: la pareja como primer hijo y campo de transformación
Psicóloga y terapeuta familiar, la Mag. Martha Soto ha hecho de la pareja uno de sus principales escenarios de estudio e intervención. Desde el enfoque gestáltico y sistémico, propone mirar la relación no como dos individuos, sino como una unidad viva que también necesita cuidados y atención para su subsistencia. Una unidad que, además, posee […]

Psicóloga y terapeuta familiar, la Mag. Martha Soto ha hecho de la pareja uno de sus principales escenarios de estudio e intervención. Desde el enfoque gestáltico y sistémico, propone mirar la relación no como dos individuos, sino como una unidad viva que también necesita cuidados y atención para su subsistencia. Una unidad que, además, posee una historia en co-construcción que merece y requiere acompañamiento.
La Mag. Martha Soto no tuvo dudas al elegir su camino cuando la vida le dio una segunda oportunidad.
Su camino hacia la Psicología no fue lineal, sino una historia de perseverancia y fe. A lo largo de su formación, enfrento decisiones marcadas tanto por la realidad económica como por la firmeza de su vocación. En la adolescencia inicio sus estudios en una universidad pública, estudiando Contabilidad, con la idea de que al terminar esa carrera podría sostener, con su propio trabajo, los estudios de Psicología en una Universidad Particular (la única que ofrecía Psicología en su Ciudad, en ese momento). Sin embargo, la vida y la providencia transformaron ese plan: luego de un año de estudios, gracias al inicio de un negocio familiar, que fortaleció la economía del hogar, se abrió la posibilidad de postular a la carrera de sus sueños. En ese momento no hubo espacio para la duda en absoluto: al llenar la ficha de inscripción, escribió “Psicología” en cada una de las opciones disponibles de carreras, reafirmando con determinación la certeza de encontrarse en la carrera que unificaría su vocación, propósito y aporte a la sociedad.
“Psicología fue mi primera, segunda y tercera opción”, cuenta al recordar dicha postulación. Desde el colegio, los cursos de humanidades y algunos libros de superación personal, crianza de hijos, psicología del desarrollo, le abrieron la puerta a un mundo que intuía suyo, culminando así la carrera que imaginó como destino.
Ya en el segundo ciclo descubrió lo que sería su norte: trabajar con familias. “Siempre tuve inquietudes sobre cómo funcionaban los vínculos en mi propia familia, cómo se afrontaban los conflictos, por qué algunos problemas se resolvían y otros no”, recuerda. Esa curiosidad se transformó en método cuando inició su primera maestría en Terapia Familiar Sistémica, convencida de que la psicología debía servir para comprender y acompañar a las familias en su fortalecimiento y bienestar.
La familia como laboratorio
Desde el inicio, la Mag. Soto orientó sus investigaciones a la comprensión del funcionamiento familiar. “He estudiado el funcionamiento familiar desde el modelo de Olson (que analiza las dimensiones de cohesión y adaptabilidad en las familias, además de la Comunicación) y el clima social familiar desde el modelo de Moos (que evalúa la relación intrafamiliar, el desarrollo de sus integrantes y la estabilidad en su organización y estructura). Mis estudios, mi búsqueda de conocimiento e investigaciones siempre han ido orientadas a esa búsqueda de entender a las familias y sus habilidades de resiliencia”, señala.
Aunque transitó también por ámbitos educativos y social comunitarios de la Psicología, su brújula siempre regresó al mismo lugar: la familia y la pareja.
La pareja como unidad
Esa convicción la llevó a especializarse también en Terapia Gestáltica y en Terapia de Pareja, tomando como base los aportes de los psicólogos Sue Johnson (creadora de la Terapia Focalizada en las Emociones) y John Gottman (reconocido por el Método Gottman para la investigación e intervención en relaciones). Con esas herramientas sostiene que, en la clínica, no se atiende simplemente a dos individuos, sino a la relación misma.
“La pareja es una unidad, un tercero que se forma cuando dos deciden unirse. Es como su primer hijo”, explica. Desde esa perspectiva, la terapia busca que los integrantes comprendan que la relación de pareja también necesita cuidado, inversión de tiempo, del desarrollo de habilidades de regulación emocional y comunicación efectiva. Tan relevantes como para salvaguardar la vida y desarrollo de un hijo. De ahí que se considera a la relación de pareja como el hijo mayor que posteriormente cuidara a los hijos que lleguen, en caso la pareja coincida en el proyecto de ser padres.
El enfoque gestáltico añade otro elemento: el cuerpo. “Nuestro cuerpo también se involucra en cómo nos comunicamos, en cómo registramos nuestras necesidades y cómo leemos las emociones y necesidades de la pareja”, subraya. Así en muchas ocasiones, dentro de la terapia, el cuerpo nos guía a mirar, comprender y atender las emociones.
Un curso para terapeutas y más allá
Con esa experiencia, la Mag. Soto coordina el curso La pareja como campo gestáltico: intervenciones terapéuticas, ofrecido por la Universidad Peruana Cayetano Heredia. El programa enseña a mirar la relación de pareja como un campo vivo, con el apoyo de técnicas y recursos específicos de la Gestalt.
“Trabajamos el apego, las emociones, las necesidades, las heridas afectivas y los desafíos que aparecen en los vínculos y que impiden el encuentro o conexión emocional. El objetivo es brindar herramientas concretas para acompañar a las parejas en sus procesos”, explica. Desde la evaluación, comprensión, la propuesta de intervención y el mantenimiento del cambio.
Aunque está dirigido principalmente a psicólogos, el curso abre sus puertas a asistentes sociales, psiquiatras, consejeros familiares y educadores. “Mientras tengan un acercamiento a escenarios que involucran a la pareja, van a necesitar diferentes herramientas para comprender el contexto relacional y acompañar desde el rol significativo que ejerzan”, añade.
Entre la emoción y la intervención
La Mag. Soto insiste en que la pareja es el núcleo desde el cual se construye —o se desestabiliza— la familia. “La calidad de la relación de pareja influye en la funcionalidad o disfuncionalidad de todo el sistema familiar”, afirma.
Desde su experiencia, resalta la relevancia de estudiar e intervenir en las relaciones de parejas. Dado que somos seres integrales y alcanzamos bienestar desde esa integralidad: además de ser seres corporales, racionales y emocionales, somos también seres relacionales con una necesidad y sentido de pertenencia e integración vincular.
Esa visión se ha nutrido también de otras formaciones: La Psicobiología y diplomados en violencia familiar y conyugal siempre con la pareja y la familia en el centro. “Mis investigaciones, incluso cuando no eran formales, siempre apuntaron a la misma pregunta: cómo funcionan las familias, que herramientas poseen para persistir en el tiempo y cómo son capaces de transformar sus vínculos, crecer y superarse”, señala.
La apuesta de una terapeuta
El tiempo que ejerce como terapeuta le ha permitido evidenciar que la permanencia de una relación de pareja depende más de las habilidades que desarrollan sus integrantes para autorregularse, co-regularse y con ellas favorecer el crecimiento individual y conjunto. De aprender a vivir en sintonía con la capacidad de confiar en si mismo y la de confiar en el otro. En ese sentido, la terapia de pareja, desde un enfoque humanista apuesta por crear un espacio seguro, de confianza y conexión emocional.
Para la Mag. Martha Soto, acompañar a las parejas es una forma de transformar la sociedad desde su raíz más íntima. “La relación de pareja también necesita terapia, cuidado y guía. No se trata solo de amar, sentir afecto, atracción física o tener intereses comunes sino de aprender a co-construir juntos un espacio seguro y estable para la vida y el crecimiento compartido”, concluye.