La educadora que convirtió su vida en una lección que inspira

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Magíster en Educación con especialidad en tutoría, Charito Távara ha hecho de la inclusión una práctica diaria. Desde el aula, la investigación hasta la política pública, su trabajo articula pedagogía, accesibilidad y derechos. Hoy coordina un diplomado que entrena a profesionales de todas las áreas para construir entornos más justos y accesibles.

Todo comenzó con una profesora. Una que no olvidaba a nadie, que notaba todo, que trataba a sus alumnos con una mezcla de exigencia y afecto. “Se llamaba Elba Benítez. Sentí que para ella todos contábamos. Y eso me marcó”, recuerda la Mag. Charito Távara.

Desde niña, supo que quería estar en un aula. Estudió Educación Primaria en la Universidad Femenina del Sagrado Corazón. Pero no se quedó en la enseñanza tradicional. Su inquietud iba más allá del contenido: quería acompañar, entender, formar personas, no solo estudiantes.

“Antes que ser profesionales, debemos ser personas. Y eso se construye desde la tutoría”, explica. Por eso estudió una maestría en Educación con mención en Orientación y Tutoría. Porque entendió que el desarrollo académico sin desarrollo humano es una carrera coja.

La inclusión no es una moda

En sus años de investigación, Charito ha explorado temas como atención a la diversidad, estrategias inclusivas y la importancia de conocer a los estudiantes para ayudarlos con pertinencia. Es asesora pedagógica en plataformas como Didet.org y participa hoy en una investigación latinoamericana sobre experiencias exitosas en educación inclusiva y las barreras que enfrentan.

Su mirada ante todo va más allá de lo académico. Como madre y docente. “Tengo una hija con síndrome de Down. Tiene 23 años. Ella ha sido mi gran maestra, mi gran catedrática”, cuenta. Su experiencia personal le enseñó lo que muchos currículos ignoran: que para lograr la inclusión no basta con querer, hay que saber cómo hacerlo. Y para eso se necesita a todos: educadores, ingenieros, comunicadores, abogados, arquitectos, médicos.

Un diplomado que rompe esquemas

Con esa convicción, hoy coordina el Diplomado en Comunicación, Tecnología y Accesibilidad para la Inclusión en Posgrado Cayetano. Un programa que, según afirma, “marca un hito” en la formación profesional del país. “No es solo para docentes. Es para profesionales de salud, derecho, comunicación, gestión pública, ingeniería. Porque todos tienen un rol que cumplir en la construcción de entornos accesibles”, explica.

El programa parte de un enfoque de Diseño Universal para el Aprendizaje (DUA). “No se trata de hacer algo para los que tienen discapacidad y otra cosa para los que no. Se trata de pensar desde el inicio en todos”. Incluye también formación en ajustes razonables y herramientas específicas para poblaciones con discapacidad cognitiva, visual, motora o sensorial.

Lo que un dentista también debe saber

La Mag. Távara lo ilustra con ejemplos que no dejan espacio a la duda: “Muchos profesionales de la salud no saben cómo atender a una persona con discapacidad. Entonces simplemente no lo hacen. Y eso no es solo desinformación: es discriminación”.

Su hija, por ejemplo, no tiene lenguaje verbal. Para prepararla antes de una consulta odontológica, la Mag. crea pictogramas, simula el procedimiento, explica cada paso visualmente. “El problema no es ella. El problema es que los entornos no están preparados”.

Por eso, insiste, este diplomado es una herramienta para todos. “Si eres arquitecto y no piensas en rampas o accesos, estás dejando fuera a muchas personas. Pero también a una madre con un coche o a un adulto mayor con bastón”.

Habilidades que transforman entornos

El diplomado busca que sus egresados sean capaces de diseñar estrategias inclusivas, adaptar materiales, gestionar entornos físicos y virtuales accesibles, y acompañar procesos educativos o comunicacionales desde la empatía y el conocimiento.

“En las universidades también hay estudiantes con baja visión, con TEA, con TDAH. Y no basta con tener buena voluntad. Hay que saber que existen lectores de pantalla, audiolibros, metodologías activas. Y hay que saber aplicarlas”.

La propuesta se basa en marcos legales y políticos sólidos: el Decreto Supremo 007-2021 del MINEDU, Ley N.º 29973 – Ley General de la Persona con Discapacidad, Currículo Nacional de la Educación Básica (CNEB), Convención sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad (CDPD) – ONU, Política Nacional de Educación al 2036 (D.S. N.º 009-2020-MINEDU), entre otras Resoluciones Ministeriales y normas complementarias y los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la Agenda 2030 “El ODS 4 dice claramente que se debe garantizar una educación inclusiva y equitativa de calidad y promover oportunidades de aprendizaje permanente para todos, sin distinción.

La educación es para todos

Lo que la Mag. defiende, con voz firme y mirada cálida, es que la educación no puede ser responsabilidad exclusiva de los maestros. “Yo sola no puedo resolverlo todo en el aula. Necesito a un ingeniero que diseñe bien los espacios, a una modista que adapte los uniformes, a un comunicador que piense en los contrastes visuales de sus contenidos”.

Su apuesta es radical en el mejor sentido: va a la raíz del problema. No quiere “formar mejor a los mismos”, sino formar diferente a todos. Para que cada profesional, desde su campo, sea un agente de inclusión. Y como candidata a doctora, sigue investigando. Su tesis aborda los conocimientos, las competencias docentes para la educación inclusiva y las diferentes especialidades. “Hay vacíos enormes en las mallas curriculares. Necesitamos formar maestros para la realidad que van a encontrar, no para una que ya no existe”.

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