El niño que aprendió a leer el silencio: Danilo De la Cruz y la revolución de las primeras palabras
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Desde los Andes hasta la Amazonía, el Mag. Danilo De la Cruz ha dedicado su vida a enseñar lo esencial: cómo leer, cómo escribir, cómo encontrar la voz propia. Hoy lidera un diplomado internacional con una certeza que lo guía: la lectura no se impone, se siembra.
No todos los caminos hacia la pedagogía empiezan con una vocación. Algunos nacen del ejemplo. Para el Mag. Danilo De la Cruz, el aula no fue solo un lugar de aprendizaje: fue su casa. “Mis padres tenían una fuerte inclinación por la docencia. Desde niño los vi ayudar a los más pequeños, a niños de extrema pobreza, enfrentando con ellos situaciones muy difíciles. Ahí nació todo”.
Eligió Educación Primaria como carrera, pero no por descarte ni por azar. “Era una mezcla de compromiso, sensibilidad y también de gusto por enseñar. Siempre me gustó enseñar y también aprender”, recuerda. Y ese gusto lo llevó a entender que no bastaba con saber. Hacía falta formarse más. En su época, dice, el pregrado dejaba muchas preguntas abiertas. Por eso comenzó con una especialización en tecnologías pedagógicas cuando aún no existía el concepto de “digital” como hoy lo conocemos.
Una obsesión: la lectura
Pronto apareció el tema que marcaría su trayectoria: la lectura y la escritura. “Pasé por un conjunto de cursos, luego un diplomado, pero luego decidí profundizar más y estudié la maestría en enseñanza de la lectura y escritura en la Universidad Peruana Cayetano Heredia”, señala. No se trataba solo de mejorar técnicas. Se trataba de entender cómo se construye el pensamiento desde las primeras palabras, cómo los niños pueden comenzar a habitar el mundo a través del lenguaje.
Esa convicción lo llevó también al terreno de la investigación aplicada. “He participado en muchos proyectos en campo. Uno muy importante fue el Centro Andino , Amazonía Lee y últimamente Aprender para Crecer, donde trabajamos con docentes de zonas altoandinas y de la Amazonía. Investigamos cómo enseñar en contextos no favorables, con escasos recursos, con estudiantes que no tienen saberes previos consolidados”.
Otra iniciativa lo llevó a San Martín y Ucayali con el programa Amazonía Lee. Allí, junto a otros investigadores, observó la didáctica específica para niños con alta vulnerabilidad. “La pregunta siempre fue: ¿cómo leer cuando todo alrededor grita que no vas a poder?”, dice.
Un diplomado para cambiar escuelas
Desde esa experiencia surgió el Diplomado Internacional en Enseñanza de la Lectura y Escritura, que hoy coordina en la Facultad de Educación de Cayetano. Un programa que busca formar docentes con herramientas reales, pero también con una mirada crítica y propositiva.
“El programa desarrolla competencias desde los fundamentos pedagógicos, pero también desde la práctica. No enseñamos una receta, sino la capacidad de pensar metodológicamente según el contexto de cada escuela”, explica.
La propuesta no solo incluye teoría. Incluye materiales validados, libros para niños, recursos para docentes, evaluación formativa. “No queremos que los estudiantes solo aprendan a leer: queremos que quieran leer, que se entusiasmen con el lenguaje. Y eso se logra con una enseñanza sensible, contextualizada y viva”.
Los resultados, afirma, ya están ocurriendo. “Muchos egresados están liderando proyectos en sus regiones, en UGEL, en Direcciones Regionales de Educación , en ONGs. También dentro de sus propias escuelas, aplicando lo aprendido y contagiando a otros”.
Leer es resistir
El diplomado es virtual, con sesiones los sábados por la tarde, lo que permite llegar a docentes de Piura, Cusco, Junín, Tacna o Lambayeque y demás regiones . “Ese modelo ha sido clave para que el aprendizaje se vincule con la práctica inmediata. Lo que aprenden el sábado lo aplican en la semana”, destaca.
Pero lo más importante, insiste el Mag. de la Cruz, no está en la plataforma ni en el cronograma. Está en la actitud con la que se enseña. “La lectura y la escritura son herramientas de libertad. Enseñarlas bien es enseñar a pensar, a cuestionar, a imaginar otro futuro”.
Y ese futuro empieza en una hoja en blanco. En un niño que traza su primer trazo. En una docente que, frente a la carencia, decide innovar. En una comunidad que se niega a aceptar que su realidad es el destino. “El cambio empieza en voz baja”, explica. “Pero una vez que aprenden a leer… ya no hay cómo callarlos”.